Me pidieron que me presentara. Les dije que no tenía nombre.
Que era imposible saberlo dado que aún no logro interpretar mi alma. Con cara de afectada normalidad les dije que amaba la noche. Que hablaba solo, entre
las pequeñas euforias que cada día nos regala. Que no me separaba de mi
guitarra ni para viajar al pasado. Me pidieron ser más específico y les dije
que se miraran al espejo, que yo era un poco más horrible que ellos, pero que
aún creía en la ternura. Me dijeron que no podían lograr un perfil sicológico
de mi persona. Les dije que si pudiera les lanzaría gorriones o espejismos y me marché azotando la puerta.